La pedagogía ignaciana contribuye a los desafíos y
retos del contexto global actual a través de su esencia. La educación jesuita está
expresada en conceptos y no en métodos. Hay una concepción del hombre, y del
mundo, y de las maneras en que se relacionan. Es por esto que se pueden
cambiar, modificar, transformar las maneras, los métodos mediante los cuales se
forman a las personas en sus relaciones con el mundo. Conservando la esencia,
el contenido, lo que se transforma es el contenedor. Se conserva el fondo, y se
cambian las formas. De esta manera, ante nuevos desafíos y retos que se
presentan en el mundo, la esencia de la educación jesuita encuentra nuevas
formas de enfrentarlos y resolverlos.
Con la misión de las universidades jesuitas se
invita a hacer una gran transformación institucional, a través de la apertura de las
universidades a diferentes maneras de acompañar en el aprendizaje, aprovechando
las nuevas tecnologías: cursos virtuales, aprendizaje a distancia, de manera
colaborativa, y atendiendo a otros grupos de potenciales estudiantes: adultos
mayores, personas con alguna discapacidad, asentamientos rurales, etc.
Considero que sí es posible llevar a cabo la misión declarada para las universidades jesuitas, aunque será un proceso lento y paso a paso. Es difícil romper con las estructuras rígidas que han imperado durante muchos años, así como cambiar la manera de pensar, y de actuar, de quienes han dedicado bastante tiempo a la educación formal.
La reflexión que hacen los jesuitas sobre la
formación actual y las nuevas tecnologías, nos lleva a cuestionar la concepción
estructurada del aprendizaje, la escolarizada. También nos invita a abrirnos a
nuevas maneras de aprender, a conocer cómo es que aprenden los demás. A
reconocer el valor de la sabiduría popular, la construcción de conocimientos a
través de la experiencia y del compartir y colaborar con los otros.
La identidad ignaciana aporta un
sello en el capo educativo por medio de la visión que forma en sus educandos
sobre el mundo en que vivimos: el humanismo, la justicia para todos, el
servicio a los demás, sobre todo a los más desprotegidos, el cuidado del medio
ambiente. Son valores que provienen de la esencia de la educación jesuita:
formar a hombres y mujeres para los demás, las Universidades para el mundo.
Yolanda:
ResponderEliminarDe lo que leí del documento Las universidades jesuitas de México ante los desafíos del cambio de época (es muy interesante pero por el tiempo sólo leí unas partes) y de tu reflexión en esta entrada, me quedo pensando muchas cosas, y en particular sobre el documento en general considero que fue una idea muy acertada para plasmar las tenciones sobre las congruencias entre los documentos fundantes de la pedagogía ignaciana y el quehacer cotidiano.
Me impresiona bastante la claridad para criticar lo que en el quehacer cotidiano la universidad ha dejado de lado, y cómo es capaz de ponerse dedo ante tales inconsistencias.
Cuando leía el documento pude ponerme en varios papeles, como estudiantes, como empleada, como profesora y un plus que es como familiar (sólo ser familiar de alguien que trabaja en una universidad jesuita) y creo que siempre he visto presente estas características pero no recuerdo que en ninguno de estos espacios fueran intencionadas. ¿Qué tan cercano es para los empleados, estudiantes y profesores estas características ingancianas?, sabemos que en ITESO se cede el paso al peatón, se atiende con amabilidad, se tiene buen sueldo, hay buenas prestaciones, los ambientes de trabajo son agradable… ¿pero cuántos lo hacemos por saber que es parte del ser ingancianos?
Chin… ya escribí mucho, mejor aquí te dejo mi comentario. Muchas gracias por compartir tus reflexiones… me llevan a pensar otras cosas.
Saludos